Escuchando las descripciones y comentarios de
niños y niñas que realizan juegos heurísticos, se puede deducir que en este
juego hay constantes transformaciones de los objetos que manipulan desde el momento en que
intervienen en ellos utilizando sus propiedades para modificarlos, realizar
pequeñas intervenciones en el suelo, hacer construcciones, etc. Cuando se
establece una relación con el objeto, la propia toma de contacto, la
interacción objeto-sujeto, produce una transformación.
Algo cambia en ambas partes y se produce una nueva comprensión del medio.
Y de nuevo, la figura del adulto. Como
organizador y facilitador de la actividad. Con actitud atenta pero apartado del
juego, para no invadir ni molestar, pero disponible con la mirada y observando
cómo se producen las acciones efectivas de los niños y niñas que son libres para interactuar con el
medio. El juego simbólico es un juego de
transformaciones: el niño se transforma para
ser otro cuando se pone en el lugar de y desempeña roles que no son el suyo
propio. También es un importante juego de transformación de objetos. La transformación
es un proceso lleno de emoción y parte necesariamente de una fuerte implicación
emocional y psíquica de las que el niño o la niña no son conscientes, porque lo
más importante es el componente afectivo de los mismos.
Para transformar un objeto hay que hacer
previamente un análisis de los parámetros cognitivos de los mismos; trabajar la
coordinación y la organización perceptiva a través de una serie de operaciones
que se realizan sobre los objetos: asociar, clasificar, seriar, ordenar. Este
tipo de acciones garantiza el desarrollo del pensamiento operatorio. Cuando el
niño o la niña juegan con los objetos, proyectan sobre ellos sus
representaciones mentales. Por medio de estos juegos, la infancia proporciona a
los objetos reales un uso simbólico, lo que manifiesta su capacidad creadora.
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