Nacida en Madrid en 1964. Alicia Martín ha utilizado medios como la fotografía, la escultura, la instalación, el dibujo o más recientemente el vídeo.
Una de las constantes que caracteriza su obra es la utilización casi obsesiva del libro como materia prima.
Alicia Martín durante el montaje de una obra.
Cortesía: Alicia Martín, 2013.
El
libro representa sin duda uno de los elementos más distintivos del original
lenguaje plástico de Alicia Martín(Madrid, 1964); un lenguaje
claramente reconocible, que logra renovarse constantemente a través de
soluciones formales siempre creíbles y distantes de la mera aplicación de
fórmulas de maniera. El proceso creativo de la artista siempre
parte de una preocupación conceptual, de una intuición. Es decir, del deseo de
suscitar en el espectador un inicial impacto visual, perceptivo, del cual, sin
embargo, siempre descienden inevitables reflexiones y preguntas sobre nuestro
entorno social y cultural y sobre nuestra relación con el pasado, el presente y
el futuro.
Objeto
de consumo; artefacto con una carga antropológica universal; medio de
transmisión del conocimiento; espejo simbólico de la cultura humana, el libro
para Alicia Martín es todo esto y mucho más. De hecho, es también, y quizás
sobre todo, una materia prima plástica: un material escultórico, con una
importante valor simbólico, del cual la artista lleva mucho tiempo sirviéndose
para forjar obras magníficas, que en ocasiones se presentan en forma de
esculturas monumentales o instalaciones in situ realizadas en
edificios o jardines públicos.
Admiro
mucho la obra de Alicia Martín y es para mi un gran placer poder presentar la
entrevista que va a continuación y que ella nos ha concedido especialmente para
el proyecto Masquebloggers; dentro de la segunda edición de la feria del libro de
artista Masquelibros, de la que el blog es media partner.
Alicia Martín, “Singularidad” (2012). Ciudad
de la Cultura, Santiago de Compostela. Cortesía: Galería Galica, Milán.
Entrevista con Alicia Martín
¿Qué es para ti el libro: una obsesión, un fetiche, una simple
materia prima…?
Los
primeros trabajos con libros son de principios de los años ‘90 y hasta la
fecha. Es una propuesta que se ha desarrollado de forma cíclica. En primer
lugar es una materia prima con mucha carga simbólica, el resultado parece
obsesivo, sin embargo no me reconozco en esta obsesión. Sí es cierto que las
esculturas con libros parecen limitadas por la repetición de un elemento, que
en un sentido no es el mismo pero que todos juntos desordenados hace que se
unifiquen más entre sí. Desde la intervención en el Palacio de Linares en 2003,
han ido aumentando las propuestas que necesitan un tiempo de preparación y
adaptación.
Fetiche
no, nunca. Es un objeto muy familiar, siempre había libros en casa de mis
padres. En la mía también, pero llevo una temporada obsesionada con eliminar,
quitar peso y recuperar espacio vital.
Me
interesa por su carácter universal, cualquier persona sin diferencia de edad,
cultura, idioma ve un libro y sabe lo que es; y por su esencia antropológica y
ergonómica. Es un objeto que almacena y registra tiempos y espacios. Testigo del
paso y el pensamiento humano, construido para ser manejado y que, de alguna
manera, le da eternidad al contenido. El libro “es” al leerlo y tiene tantas
lecturas como personas que lo leen.
Creo
que el libro me eligió a mí. Fue de una manera intuitiva, en los trayectos
siempre llevaba y llevo un libro y de tenerlo en la mano, manejarlo, olerlo,
reflexionar sobre la lectura. Las primeras esculturas fueron libros en los que
se sustituye el texto por otro material, cristal, fieltro, alfileres, cera,
latón, plomo… Hacían referencia a la lectura como estímulo de los sentidos. El
libro percibido sensualmente a través de la lectura. Como objeto antropológico,
de significado universal, como recipiente vivo y cargado de símbolos. El libro
como objeto de consumo vivo, con movimiento, como el hombre que evoluciona,
cambia con el paso de los años y la influencia del entorno.
Mirando de cerca instalaciones o esculturas monumentales como Biografías (2005); Vórtice (2010);
Singularidad (2012) u
otras que se podrían mencionar, es posible encontrar en ellas, una vez superado
el impacto visual que inicialmente producen, un sinfín de asociaciones
(divertidas, absurdas, sugerentes…) entre los libros que componen las obras
(títulos, temas, ediciones, disciplinas, autores, colores etc.). En este
sentido, la obra parece ofrecer al espectador una multiplicidad de recorridos
inesperados (casuales, abiertos y subjetivos) por el “laberinto” del
conocimiento universal. ¿Te preocupas a priori por las eventuales implicaciones
semánticas de tus obras, o para su realización sigues criterios meramente
estéticos y plásticos?
Las
intervenciones en la calle son bibliotecas desordenadas, que invaden el espacio
común. El espacio entre el Museo y el espectador. Es una invitación a
reflexionar, la intención es sugerir y provocar un debate. El método de archivo
ya no es válido y se desordena para volver a ordenar para intentar encontrar
otro significado, remover cuestiones que parecían inamovibles.
Si
te refieres a los títulos de los libros, no hay una preocupación estricta, si
una ocupación, una selección de lo que voy encontrando. En el proceso de
rematar las esculturas, si hay intención eligiendo libros del montón que me ha
llegado de forma azarosa.
¿Crees que tus obras, a través de la consistencia deteriorable
del los libros, puedan reflejar un cierto significado simbólico y alegórico
(por ejemplo, el paso del tiempo, la finitud de la existencia, la transmisión
del conocimiento y de la memoria de generación en generación)?
Creo
que todo eso forma parte de la reflexión que se hacen las personas que la ven.
Es algo que viene por la propia naturaleza del recipiente. Me gusta que las
esculturas de grandes dimensiones que se adaptan a edificios o jardines sufran
el paso del tiempo y el desgaste. Reafirma lo efímero de un objeto que
trasciende por el contenido, por su lectura y no por una acumulación como
objeto de consumo. Con el tiempo y la oportunidad que he tenido de construir
este tipo de intervenciones me reafirma en que no es una propuesta cerrada,
sino que el proceso de construcción y la exposición al exterior completa y
enriquece la propuesta. Una escultura de grandes dimensiones que invade el
espacio público aborda al que pasa, provoca todo tipo de reflexiones y debates
para concluir que la verdadera escultura es la que ha quedado en la memoria del
que la ha visto y de cómo la recuerda.
Las
intervenciones en la calle son de impacto visual, provocan curiosidad, sorpresa
y la necesidad de llevársela en el móvil, en el iPad … y compartirla. He
comprendido que este tipo de propuestas se complementan y adquieren todo el
sentido con la reacción de la gente. Son efímeras, por un tiempo asaltan
al que va por la calle sin dejarle indiferente, la escultura “real” es la
sensación que ha quedado en cada una de las personas y en la manera de
recordarla, pensarla, contarla. Por lo tanto, una propuesta que se adapta a las
dimensiones arquitectónicas del edificio, del parque; dimensiones espaciales
que necesitan de un tamaño que invada visualmente perduran en lo intangible.
Una vez que se desmontan sólo queda en la memoria del que las ha vivido. Como
cuando se lee un libro.
Alicia Martín, “Biografias” (2003). Casa de
América, Madrid. Cortesía: Galería Galica, Milán.
¿Cuánto es importante para ti la dimensión conceptual de las
obras que creas?
Mucho.
Aunque mi forma de abordar una propuesta en el medio que sea, foto, video,
escultura, dibujo, surge de una intuición, en el proceso de formalizar esa
intuición hay contenido. Mi intención no es decorativa.
La
intención es el impacto seco que provoca reflexión, que no deja indiferente. El
lenguaje es más plástico que literario, es decir, no parto ni me apoyo en
reflexiones teóricas.
¿Crees que tu original práctica artística lleva en sí un
componente de “reciclaje”?
Normalmente
se acude a las editoriales para que colaboren cediendo los ejemplares que
tienen error de imprenta o que no se venden. En otra ocasión eran libros que se
habían utilizado en la feria de Frankfourt. En La Haya, se publicó una
convocatoria en la página web del Museo. Las esculturas que se realizaron han
sido con los libros que trajo la gente, fue todo un éxito, sobraron libros. De
esta manera la gente que participó hizo suya la propuesta. En México, los
libros eran de una empresa privada pero la gente llegaba con los suyos y los
dejaba en la escultura a modo de ofrenda. En Moscú eran de un señor que los
tenía en su almacén y de tiendas de segunda mano, la gente se los llevaba sin
pudor, los arrancaba de la escultura… quiero decir que en cada lugar surgían
distintos procesos, distintas historias y reacciones de la gente. Sí, hay un
componente de reciclaje, no sólo el más obvio, en el que nunca había reparado,
el del papel, sino el de buscar un nuevo orden. Son bibliotecas vivas,
desordenadas, su estado natural es el de ocupar un sitio muy concreto y
marcado. Es la búsqueda de ese estado que domina la intención de vaciar para
volver a ordenar, creo que el tiempo que vivimos se está limpiando para volver
a empezar en otro punto o para seguir por otro camino. Una búsqueda del
individuo.
Siempre
me gustó trabajar con libros usados, por la idea de que han sido abiertos y
disfrutados, han sido leídos y pienso que esto añade humanidad. Cuando comencé
a realizar esculturas de un tamaño considerable y a necesitar más libros
siempre quise la mezcla de libros usados y libros que no lo han sido nunca, que
no se leen porque tienen error de imprenta o simplemente que no se venden. Se
mezcla la lectura individual, la selección con el libro como objeto de consumo.
¿Cómo empezaste a trabajar con los libros? ¿Te inspiraste en
algo en concreto?
Leyendo
en los trayectos, al tener el libro en la mano, manosearlo, olerlo y
reflexionar. Por el estímulo de los sentidos. Eliminando el contenido que lo
hace único y diferente. En los primeros libros individuales sustituía el texto
por otros materiales, cristal, plomo, cera, fieltro, latón, serigrafiado,
cubierto de alfileres… reforzando la carga simbólica de el acto de leer y el
estímulo de los sentidos. En el proceso los libros se iban sumando a otros y es
la propia mezcla y el desorden lo que hace confuso el contenido de cada uno, se
mezclan, se suman, se les oye a todos a la vez… como en uno de los videos
POLÍGLOTAS, es la representación digital de un chorro de libros que discurre
por un laberinto sin seguir las calles del mismo, sino que las atraviesa y el
sonido de fondo el es de varias personas leyendo a la vez.
¿Cómo seleccionas los centenares de libros que utilizas en tus
obras?
En
las esculturas que realizo en mi estudio, adaptadas a una escala que puedo
abarcar yo sola, intento que haya la mayor mezcla posible de idiomas,
disciplinas, años de edición. Los compro de segunda mano en la cuesta de Moyano
en Madrid, en Ruidavets. La mejor oferta, los seleccionaba de tapa dura y al
primer golpe de vista. Cuando la dimensión de la escultura se me escapa, la
condición para los libros que pido es que sean lo más variados posibles, nunca
revistas. Una anécdota, cuando realicé la exposición individual en la Galería
Gálica de Milán, siempre había trabajado con libros de texto y me encontré con
unos catálogos de Skira maravillosos, de todas las épocas y disciplinas.
Reconozco que me impactó, pero esa casualidad modificó la propuesta, sugirió el
título de Inbreeding y una serie de fotografías con el mismo
nombre de la mezcla casual de las imágenes de los catálogos una vez colocados
en la escultura.
Alicia Martín, “Contemporáneos” (2007), MUSAC,
León. Cortesía: Galería Galica, Milán.
Tu labor se desarrolla en varios ámbitos, escultura, fotografía,
instalación, video… ¿Hay una técnica con la cual te encuentras más a gusto que
con otras?
Me
gusta dibujar. Estoy a gusto cuando encuentro la técnica adecuada a lo que
quiero mostrar.
¿Cuáles han sido tus principales referencias artísticas y
culturales en el pasado, y cuáles son en la actualidad?
Me
inspira lo que tengo alrededor, lo que me estimula. Me gusta ser espectador. No
soy mitómana, en mi época de estudiante devoraba exposiciones, catálogos,
libros de ensayo y si tengo que responder diría que me estimulan los cambios
sociales. Las respuestas del hombre como individuo y como reflejo de la
sociedad y del momento en el que vive.
¿Qué género literario prefieres?
El
ensayo.
¿Cuál es el último libro que has leído?
“Ante
la imagen”, de Georges Didi-Huberman.
¿Crees que las tecnologías digitales acabarán de verdad con el
papel, y llegarán algún día a substituir por completo el soporte del libro?
No.
Creo que se cuidará más lo que se edita en papel, perjudicará la venta de las
ediciones baratas. Modifica las costumbres y los hábitos. Hace fácil e
inmediata la lectura. Tienen lenguajes distintos. El libro electrónico es una
herramienta que facilita el transporte, el almacenaje favorece la lectura. Es
un avance tecnológico. Las editoriales ya están incluyendo en los contratos con
los escritores la edición digital.
El
libro es un recipiente universal que se adapta perfectamente al hombre y es una
herramienta que le acompaña. No creo que el libro en papel desaparezca, tanto
el libro en papel como el libro electrónico tienen distintos lenguajes y
distintas aplicaciones, no se contraponen. El eBook es una herramienta práctica
y que facilita el hábito de lectura, que es la razón de ser de un libro. Con
las nuevas tecnologías surgen aplicaciones a las que el hombre se adapta y
utiliza para comunicarse. De sobra es sabido que las nuevas generaciones se
adaptan con toda naturalidad al lenguaje digital.
Quizá
el ajuste lo deben hacer, y lo están haciendo, las editoriales en el proceso
comercial añadiendo en los contratos la edición del texto digital. Pienso
que con el eBook se lee más y que el cultivo de este hábito llevará de forma
natural a la compra del libro en papel.
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